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Huaquearlo Todo

Galería Venancio Shinki, ICPNA. Lima 2025.

​I
En un paisaje desértico comprendido simbólicamente en torno al sentido de permanencia, en donde el tiempo no ocurre, no pasa; se conservan las cosas y los muertos. 

El desierto costero y las Huacas despliegan un silencio parabólico que aglomera pasado, presente y futuro. Vivimos en un escenario des animado, de belleza y horror.
Hay que huaquearlo todo.
Hemos asumido a los cuatro “templos” de la oficialidad, Palacio de Gobierno, Congreso de la República, Palacio de Justicia y la Catedral de Lima como infraestructuras 

(físicas y mentales) con una inmanencia que posibilitan un cierto contrato social, aunque tembloroso e inestable. La actual crisis institucional y moral que las habitan nos hacen pensar en formas urgentes de vaciamiento, un acto de extracción, de expoliación de todo aquel contenido que vicia su propósito; un “huaqueo” que las voltee hasta el revés convirtiéndolas en ruinas. En el delirio de verlas como “huacas volteadas”, estos vestigios contienen aún la potencialidad de conservar algo de su aura, susceptibles a formas residuales de respeto y veneración gracias a una sed de lo concreto en las personas: una experiencia de lo inmanente.

​II
En estas huacas hay una imagen del pasado y del futuro, pero no del presente, no de la realidad, lo que ellas nos ofrecen son otras maneras de identificación social ante la espera de un futuro inminente:
“El futuro no es sino lo obsoleto, pero en reverso” - Vladimir Nabokov
La Huaca puede ser cualquier fenómeno, espacio, objeto o ser que se considere singular, que contenga y despliegue cierta energía, cierto eco. Irónicamente, el verbo “Huaquear” podría referir entonces a lo opuesto del saqueo: a otorgar veneración a algún ente susceptible a conferir significación o re significación, es decir, a animar, en este caso, a re – animar aquellos espacios carentes de propósito, aura o inmanencia colmando aquel vacío.
Si todo puede ser Huaca, pues hay que huaquearlo todo. Solo así, a la distancia realmente profanada, esos recintos adquirirán un valor reconfigurado, un lugar en la historia y uno en el presente. “Huaquear” es aquí, volver a imprimir vitalidad, sentido, agencia, poder, significado y vida a lo inerte, ya no como acto físico sino como una voluntad mental, espiritual; un proceso que refuerza y reproduce una serie de lazos identitarios y colectivos y que pueden modificar, obstruir y legitimar continuidades y cambios sociales, culturales y políticos. [AJ]

 

 

​*Esta exposición ha sido posible gracias al financiamiento del Vicerrectorado de Investigación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, a través del concurso de Incentivos para la Investigación – Creación DAP, PUCP.

 

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 …que se lo coman todo y acabemos!
César Vallejo


Es costumbre de ‘huaqueros’ trabajar de noche y hacer un gesto de apaciguamiento subrepticio hacia los que están enterrados, de modo que al momento de romper la edificación por donde calculan que es más provechoso entrar, y saquear, no se les vengan 'males' encima como les correspondería por perturbar, y desestabilizar, la otra vida de los cuerpos yacentes. La violación de un recinto de la antigüedad, que es la perpetración de un acto destructivo contra patrimonio que es de la nación peruana, es delictiva. De esta acción violenta han quedado, a través de los años, trazas o huellas muy visibles en el paisaje: huecos como hitos de pérdidas irreparables, signos de una extracción criminal de ayer, hoy y siempre, sombra nefasta de los estudios arqueológicos.

A diferencia del discurso visual en su anterior muestra, Metafísica Nacional, en la que se valía de elementos eminentemente visuales, susceptibles de ser leídos en conjunto como disonancias en tono grave, que operaban como dispositivos para señalar y sopesar el extractivismo actual, en relación a definiciones de naturaleza, paisaje y territorio, esta exposición tiene cimiento lingüístico. A partir de una palabra, esta muestra del artista se constituye como una construcción post-conceptual de evidentes ramificaciones proyectuales. Una palabra basta para imaginar todo un sistema que comprende un teatro de acontecimientos culturales y ciudadanos en el plano virtual: 'huaquear', voz peruana y popular.
La exposición es la manifestación de la inteligencia proyectual del artista. El visitante en la sala se halla súbitamente en la intersección de dos ejes, ambos con gran potencial para una maquinación distópica en reversa: la historia reciente de la democracia en el Perú; y el sistema teocrático de las sociedades en la civilización andina. Con estos dos ejes de coordenadas, la propuesta de Alejandro Jaime se ciñe a que cuatro edificaciones emblemáticas, reconocidas y veneradas como centros de poder en el Perú contemporáneo, sean huaqueadas –si se pone el acento en lo orgánico, lo que se dice, evisceradas--, en el ejercicio total de una violencia ritual purificadora.
Huaquear Palacio de Gobierno, Palacio de Justicia, la Catedral de Lima y el Congreso de la República, hasta producir cuatro muy visibles ahuecamientos por arrasamiento de tres santuarios del Estado y uno de la Iglesia Católica Romana, tiene visos de alucinación, si se la toma como una propuesta para múltiples intervenciones en el espacio público. Pero lo que crea Alejandro Jaime con su delirio cartesiano es lugar simbólico de una indignación moral en el ámbito del arte contemporáneo. Para lograr decir su intención el artista, que hace más de una década reemplazó proyectualmente centros de poder político por huacas, ahora conceptualiza cartesianamente, en una arriesgada reducción al absurdo, ‘huaquearlo todo’ para sanarnos.
La naturaleza está presente como testigo y mudo acompañante del huaqueo, sin voz ni voto en el asunto. Tres especies aún vivientes hacen una aparición en la exposición, y quién sabe, tal vez algún día, cuando estén amenazadas de extinción, asuman los roles de nuevos animales heráldicos. Por ahora, lejos de ser como la vicuña inmovilizada en el escudo nacional, gozan de una vida libre, claro está que con caducidad. Y nada conocen de razones de estado.

 

Jorge Villacorta, Lima, marzo de 2025..

 

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